Mi buen primo:
Quería comenzar esta carta con un "Estimado... dos puntos" pero no tendría caso hacerlo porque no es la formalidad lo que busco, sino esa bondad y ese lazo familiar que nos unió en el pasado, cuando estabas, cuando pisabas estas calles.
Hoy no pude dormir por la tarde y recordé que te debía estas letras aunque jamás en tu vida (ni en tu muerte) me las fueras a cobrar.
Si hablara de tu partida, sería injusta con tu historia pues nadie más supo lo que motivó tu ausencia de este mundo. Sólo tú, antes y después de ese negro hasta luego. Porque nos volveremos a ver, eso sí. Tal vez no con estos ojos mortales ni con esta memoria mundana para recordarnos. Pero lo haremos.
La vida ha continuado después de ti. Para tu madre y tus hermanos, sombría. Para tu padre, no lo sé. Entendía sus silencios y la dureza de su trato. Sin embargo, jamás acepté esa forma tan especial que tenía de educar... y supongo que también de amar.
Tu retoño ahora nada cual estrella de mar. Perdón, eso a mí no me toca decírtelo pues él lo hace (es su derecho) cuando reza todas las noches por ti y para ti. Lo que sí observo es que su risa se convirtió en tu sonrisa. Así que no estás tan lejos de él.
Yo por mi parte te puedo compartir que jamás imaginé hablarte, mucho menos escribirte, porque la cordialidad y el cariño sólo nos daba para saludarnos y reírnos juntos de una que otra broma cuando esporádicamente nos veíamos. Sin embargo, te encontraba en las lágrimas salientes de una canción desenamorada y en el dolor convertido en gotas de alcohol regadas sobre tu garganta. Y así, a pedacitos, creías estar algo bien.
Mi madre me ha ayudado a mirarte, como quien llora y se desespera por un hijo que ha dejado a una madre desolada con su adiós. Y ahí, al menos yo, pude encontrar la nobleza de ese corazón tuyo que ahora el polvo y la soledad se han encargado de desvanecer.
No me queda más que decirte: "Duerme negrito". Ya no hay nada que te pueda doler, agobiar, enfurecer o entristecer. Ya la paz te inunda y concilia lo que fuiste con lo que te estás convirtiendo. Sólo fue cuestión de tiempo.
Y tiempo es el que nos queda a nosotros, los que seguimos caminando, porque tampoco sabemos qué estaremos haciendo o por qué nos encontraremos conduciendo cuando llegue el fin.
Un beso en tu frente y mi mirada templada es lo que te dejo. En algún lugar, nos volveremos a encontrar, pues nuestras luces nunca se apagarán.
martes, 13 de agosto de 2013
lunes, 12 de agosto de 2013
LA MAR ESTÁ SILENTE
Hay momentos que la mar está callada, en silencio,
como esperando algo que no necesita ser esperado.
Porque está.
Las olas se deshacen y se funden en una horizontal
sin curvas ni remolinos, sin dimes ni diretes.
La mar quiere callar y ser simplemente agua
a pesar de que exista
un universo caótico bajo la superficie.
La mar quiere decidir y convencerse
que esta calma puede durar mucho tiempo
aunque también puede desencadenar
alegría y bullicio
pero un bullicio controlado
muy diferente a las tormentas pasadas.
Porque no se trata de olvidar.
Se trata de seguir siendo elemento, vida,
con todas las contradicciones del caso
y considerando el clima impredecible que pueda asomar.
En resumen, la mar busca pertenecer, arraigarse
... la mar quiere un hogar.
como esperando algo que no necesita ser esperado.
Porque está.
Las olas se deshacen y se funden en una horizontal
sin curvas ni remolinos, sin dimes ni diretes.
La mar quiere callar y ser simplemente agua
a pesar de que exista
un universo caótico bajo la superficie.
La mar quiere decidir y convencerse
que esta calma puede durar mucho tiempo
aunque también puede desencadenar
alegría y bullicio
pero un bullicio controlado
muy diferente a las tormentas pasadas.
Porque no se trata de olvidar.
Se trata de seguir siendo elemento, vida,
con todas las contradicciones del caso
y considerando el clima impredecible que pueda asomar.
En resumen, la mar busca pertenecer, arraigarse
... la mar quiere un hogar.
viernes, 12 de julio de 2013
REVENTANDO FRONTERAS
Las luces de estrellas proyectan su vida después de muertas,
dicen que para que no pase desapercibida esa vibrante sensación de ser
mortales. Por eso son eternas y por eso son de todos.
Actúan de rompe-límites porque siempre han sido rebeldes, a
pesar de que se vean muy lejanas y utópicas para la vida de los hombres.
Son azules, amarillas, rojas, naranjas. Se visten de diferentes
colores porque el gusto de los humanos por el arcoiris es pegajoso y ellas se
han adherido a esa preferencia culposa que estos pequeños seres celebran.
Cuando un brillo de estrella asoma a la ventana, parece que
quisiera romper en añicos el marco. Es tan penetrante que no le basta con su
fulgor, sino que necesita llegar hasta ahí, hasta el punto medular donde se
sueñan las ilusiones de los que saben recordar que un buen descanso es el
preludio a un buen día.
Me sería fácil imitarlas, sin embargo, sólo pasaría como una
sencilla pirata queriendo rescatar un tesoro que nunca me ha sido revelado.
Mi
voz no logra la lucidez con la que ellas, inclusive tristes y descorazonadas,
pueden transmitir esa vida que les fue dada y que trasciende el tiempo y el
espacio.
El único consuelo que me queda es dejarme sobrecoger por ellas en la
más negra de las noches de este planeta. Aquellas plateadas, llevarlas cerca de
mi pecho y juntitas a mis oídos.
Porque ahí donde veo sombras, engaños,
desamor, ellas sobreviven radiantes, como si la muerte no existiera, como si mi
alegría no me fuera la vida en ello.
viernes, 5 de julio de 2013
BOSQUEJO DE UN HOMBRE QUE SABE VIVIR
Despertar como todas las mañanas, abrir los ojos, ver el
techo de leche e imaginar lo que viene.
Así dibujo yo, así pienso que él lo ha hecho todos los días
de su vida, independientemente si hay alguien a su lado o no.
Lo imagino sonriendo, sin egoísmos, planeando, preparando,
queriendo. Porque este hombre tiene esencia de remolino y en ocasiones se convierte en todo un huracán.
De nacimiento, le fue heredado el decir, esa cualidad que
sólo los afortunados en genética suelen tener cuando el timbre, tono y matiz se van convirtiendo en un solo maduro, cálido
y apetecible para ser escuchado todos los días.
Acompañado a ese regalo, en su historia le han seguido
infortunios que si bien se encontró, conscientemente no se quiso buscar.
Hubo un tiempo en que fue “peligroso y enmascarado pues no
quería ir a la escuela” y no por ausencia de ganas para aprender, sino porque
había una parte que los demás no comprendían: esa sensibilidad de arraigarse a
los lazos familiares, la cual le hizo transformar la pérdida de papá grande en
un movimiento pequeñito pero constante de una partecita de su cuerpo.
Las personas lloran, gritan, se estremecen ante el duelo,
sin embargo él prefirió dejar una marquita no sólo en su corazón sino en su
cuerpo para recordarle que no pasa desapercibida una despedida tan
significativa.
Aún así, siguió corriendo lo restante de su infancia y su
adolescencia.
Amigo del balón, tejió ilusiones bajo el verde pasto (y
también bajo el suelo de tierra) pensando ser un mago en el juego: aquél que
pasa, esconde, sorprende y dispara a algún descuidado cancerbero que le soporte
todos los tiros que sus piernas fueran capaces de dar. Pues es en la cancha
donde este remolino tomó forma y pretexto, apuntando hacia las estrellas, sin
saber que en ese viaje no había cabida para él.
Y fue doloroso y fue amargo asumir que había que cambiar de
rumbo en el cual las lesiones no fueran obstáculo para ejercer su vocación.
Decidió crecer en otras áreas del saber que le rindieran más
frutos para construir una independencia que al menos la mayoría de nosotros
buscamos. Fue útil, fue productivo pero había algo que no llenaba por completo
sus expectativas, como un ruido escondido que quiere ser encontrado. Y buscando
entre ruidos, se descubrió como volcán: alguien que es capaz de contagiar toda
la energía luminosa del universo y que a la vez puede enojarse tanto como para
cimbrar los cimientos de una montaña. Porque sí, ¡cuidado cuando se enoja!
En el trayecto, también
se enamoró: se topó con soles deslumbrantes pero engañosos que le repetían una
y otra vez que, a pesar de que el corazón latiera fuertemente por ellos, no
estarían dispuestos a caminar junto a él, a compartir el fruto que tanto buscaba
desde joven y que se le ha negado con vehemencia.
Tras estos agravios, uno no se puede quedar estoico, viendo
pedacitos de sueños rotos, tirados en el piso. Hubo que encontrar alguna salida
y, literalmente, esas salidas le dieron la oportunidad de beberse el mundo a
mares para desfogar esa presión que una presa de agua hasta el tope sólo es
capaz de solicitar con urgencia.
A la par de estas tormentas, fue creciendo su sentido del
decir y una alegría tan pegajosa de la que a la fecha no se ha podido
desprender: la explosión de endorfinas que surge al hablar, al modular, al escuchar,
al cantar, al musicalizar, al reír, al preguntar y al saberse con una ocupación
más grande que todas las que ha tenido en su vida. Comunicar y comunicando
también se recrea al mundo.
Fue esa mina llena de metales preciosos la que le ha dado el
sentir inmenso que acompaña con responsabilidad los últimos años de existencia.
Y su familia. Ese abrigo que lo arropa desde siempre, desde que abrió sus ojos
por primera vez. La que ha sido su red salvadora, su agua en tiempos desiertos,
su más sonora carcajada, su punto de partida, el trampolín más seguro.
De su familia y su historia, sale la nobleza de su
corazón.
- o -
Hasta aquí se… porque no es posible acercarse a la historia
de un hombre cuyos claroscuros han sido tan notorios y quedarse con un solo final.
No es posible comprender una historia así, sin quemarse, sin dejarse cautivar.
Pronostico que le quedan muchas lunas por ver, que le esperan firmamentos azul
celeste en el horizonte y días de lluvia en los cuales jugar. Porque un hombre
no puede ser contenido en un texto, al menos no este hombre.
Él habla, se desborda, serpentea caminos inusitados y hace
de esta vida una fiesta incapaz de terminar.
jueves, 4 de julio de 2013
EL SOSTÉN DEL MUNDO
Son los más sacrificados:
llevan todo el peso encima y para colmo,
quieren que se vean frescos, relucientes, lozanos,
con un espíritu jovial que ilumine cada lugar al cual van a parar.
Son los obreros del camino,
trabajan todos los días sin descanso
y ni siquiera se les recompensa adecuadamente
porque son desgastados y despellejados hasta quedarse mudos,
con hoyuelos brotando por todas las partes de su cuerpo.
Por las noches, descansan escondidos en cualquier rincón de la habitación.
Ahí en la oscuridad, se lamen sus heridas y sueñan con un mejor porvenir,
uno que les traiga una vida, pero vida en abundancia.
Sin embargo, antes de que amanezca, ya su dueño los malmodea
y los arrastra por el piso para cumplir con una jornada más.
Inclusive se les exige poner buena cara,
independientemente del caluroso, tormentoso o ventoso día que haga.
Mi madre me habló de ellos y me dijo que había que cuidarlos,
no desprenderse cuando fueran ancianos,
sino más bien acariciarlos, bolearlos y consentirlos lo más posible.
Porque hay otros que sueñan con ellos.
Porque no hay condición más digna y más humilde que ser un zapato.
Y cuando la veo a ella, antes de salir, con qué dedicación los limpia,
ellos se ponen derechitos, sonríen y agradecen en cada pisada
aquello que muchos olvidan y no saben valorar:
ser zapato es ser sostén del mundo.
llevan todo el peso encima y para colmo,
quieren que se vean frescos, relucientes, lozanos,
con un espíritu jovial que ilumine cada lugar al cual van a parar.
Son los obreros del camino,
trabajan todos los días sin descanso
y ni siquiera se les recompensa adecuadamente
porque son desgastados y despellejados hasta quedarse mudos,
con hoyuelos brotando por todas las partes de su cuerpo.
Por las noches, descansan escondidos en cualquier rincón de la habitación.
Ahí en la oscuridad, se lamen sus heridas y sueñan con un mejor porvenir,
uno que les traiga una vida, pero vida en abundancia.
Sin embargo, antes de que amanezca, ya su dueño los malmodea
y los arrastra por el piso para cumplir con una jornada más.
Inclusive se les exige poner buena cara,
independientemente del caluroso, tormentoso o ventoso día que haga.
Mi madre me habló de ellos y me dijo que había que cuidarlos,
no desprenderse cuando fueran ancianos,
sino más bien acariciarlos, bolearlos y consentirlos lo más posible.
Porque hay otros que sueñan con ellos.
Porque no hay condición más digna y más humilde que ser un zapato.
Y cuando la veo a ella, antes de salir, con qué dedicación los limpia,
ellos se ponen derechitos, sonríen y agradecen en cada pisada
aquello que muchos olvidan y no saben valorar:
ser zapato es ser sostén del mundo.
martes, 2 de julio de 2013
CUENTICO
Hace más de diez años...
Decían los más antiguos, (que ni tan antiguos, nomás pa no decir ruquitos), que a los niños del primer mundo, aquellos ojones azules con pómulos de leche y manos regordetas, Dios les había asignado un bello ángel de la guarda, de esos que tienen grandes alas blancas y una cara de flojera. Pero como de lo bueno poco, no había suficientes de estos ángeles para los muchos y sustanciosos niños del Tercer Mundo. Así que les asignó un diablillo de la guarda a cada uno y ¡por el amor de Satanás!, cómo se veían correr de un lado a otro a los pobres diablillos, víctimas de guerrillas de lodo y de excelentes resorterazos.
Sucede entonces, que un buen día de estos, de esos que pintan buenos, pero que te dan las más estrepitosas sorpresas, nació una pequeña, que ni tan pequeña, que se quedó sin ángel ni diablillo, ni perrito que la guardara. Dios, extrañado, fue a ver qué podía hacer, ya que su gracia divina no le había dado pa' más. Así que se le encargó a un pato - tal vez en otra vida se llamaría Lucas (porque las cigüeñas ya tenían mucho trabajo en París) - que dejara de pasada a una niña acabada de nacer en una casa pequeña, un buen veintinueve de diciembre. Ella sería responsable que intentar cuidar a la más morrita de todos los infortunios de la vida, habidos y por haber.
Debemos aclarar, para un mejor entendimiento, que el pato había ido antes de realizar su misión, a una disco, de parranda y como que muy apenas le atinó a la casa donde dejaría a la pequeña.
Y así sucedió, tan extraño y tan jalado. La pequeña bonita nació en los fríos días de diciembre para acompañar a esa otra que nacería desangelada y desdiablada (porque sí, una guardiana no puede ser más grande que su protegida, la sensatez no lo permitiría).
¡Ah¡ pero la historia no acaba ahí, mis queridos carnalitos, veintiún años después descubrimos que la bonita andaba encarrerada de un lado a otro visitando hoteles, llevando de paseo a los conocidos de su amiga como toda una buena relacionista pública, debido a que ésta última sufría de un autismo computacional y una fobia social secundaria a abuso de estudios tóxicos.
...
Hasta ahí lo que sabemos por el momento. Nadie puede negar que los cuentos quedan inconclusos, no solamente por las pocas aptitudes de la escritora, sino porque en esta historia todo ha quedado en suspenso.
Las ideas, como buenos virus que son, se expanden y hacen crecer las más intensas locuras, esas incapaces de ser entendidas por las personas cordiales, comunes y cuerdas que habitan nuestro mundo. Siempre hay más de una razón para subir a las nubes y observar a este par de incomprendidas que siguen ideando el paso siguiente, hasta que exhalen el último aliento de vida. Lo único certero es que ya pulen sus zapatos, aclaran la garganta y alistan sus alas para una anécdota más.
lunes, 1 de julio de 2013
ALAS ROTAS
Desde un principio, el suelo estaba brotando
y la tierra comenzaba a producir para los más antiguos.
Las aves sabían la mejor melodía para una tarde o una noche,
para un claro y un desierto.
El agua presentía que su único destino sería aliviar la sed,
curar las heridas.
En un principio, el más primero había hablado
para augurarme tormentas eternas y pocos días de llovizna.
Había soplado sobre mí el fuego que consume los sueños,
que carboniza cualquier fantasía.
Y pasa de largo y deja esperanzas rotas, vasijas vacías.
Al cabo del tiempo nacería como un botón de margarita,
tan tierno que nunca vería las gotas de rocío
ni las heladas de invierno.
Desde un principio, me habían cortado las alas
para decirme que si llegara a volar
sería el fantasma que habita los llanos
y se dirige hacia la nada.
Sería el presagio del sinsentido,
la cadena que aprisiona el amor,
ese amor que permanecería en agonía,
precipitándose hacia el silencio del destierro,
hacia el corazón del no yo, muerto por el frío,
pero latiendo incesantemente por un rayo de sol,
el rabo de nube que me lleve a fundirme con las estrellas.
Y se deja venir desde lejos con un sólo mensaje:
la vida no es para siempre.
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