A ratos viene la nostalgia, mi querida María,
mi hermosa María,
y te desdibuja... te desdibujas.
Viene la soledad y te aleja de mí.
Te pierdes entre los grises de mis inseguridades
y te vuelves utopía impredecible.
¡Cómo te explico, mi pequeña,
que en mi pensamiento existes
desde hace varios ayeres!
¡Cómo te hago comprender
que ni siquiera has sido engendrada
pero tu alma ya habita en mi corazón!
Violeta dulce, rocío de la mañana,
mi más colorido día de sol.
Te reflejas en el agua con tus infinitos rulos,
tu carita tierna hace resaltar
esos ojos redondos, castaños
que hacen florecer todo lo que miran.
Tus hoyuelos son mis hoyuelos,
lindos de pronunciados.
Tus manos suaves acarician
cada hoja de árbol
y van entibiando
la superficie de todas las cosas.
Hija mía, resplandeces en el horizonte
y jugueteas en las nubes,
esperando ver llover.
Y así como te pienso, te sueño
entre jardines verdes, fuentes traviesas
y flores de algodón.
Pero hay mañanas como las de hoy
en las que siento que te pierdo.
Si bien no has de nacer para quererme
mi mente ya ha bordado
las mejores ilusiones para ti
y los más grandes compromisos.
Sonríe, María,
y el mundo siempre sonreirá para ti.
Por lo pronto, hoy sólo espero un cielo rojo,
mañana hará buen tiempo,
espero,
para ti y para mi.