La distancia se hace grande,
este corazón de a poco se vacía,
apostando lo que no tengo,
apostando lo que me falta.
Y entre apuestas
se me derrama el silencio
y una canción de Violeta Parra.
Porque cuando el extrañarte se me entierra
y la desesperanza se me siembra,
no puedo ver otro camino que el de mi silueta
frágil, sombría, cabizbaja
como ha andado hace ya buen tiempo,
enfrentando lo terrible,
sobreviviendo a cualquier cataclismo,
aceptando mi infortunio
y recibiendo a ese pájaro grande multicolor
que ya no tiene alas para volar.
Sólo me queda apostarte,
apostar tu felicidad a otro sol,
apostar tu sonrisa a otro motivo,
apostar tu silencio a un olvido escondido,
apostar mi muerte para que vuelva relucir tu risa,
tus ganas locas de brillar,
de seguir creciendo,
de seguir trascendiendo en esa chispa de vida
que prende lo que toca,
que sabe estallar en bondad y belleza,
en ese hermoso corazón tuyo
que se mueve armónicamente con tu voz.
Apuesto lo poco de bueno que hay en mí
con tal de que el amor nunca te falte.
Y pago satisfecha, cuidándote,
llevándote a cuentagotas la ternura que poseo
hasta el umbral de mi tumba
para que aún después de muerta,
mi corazón siga hablándote.
Esa apuesta es mi promesa
y es carente de caducidad.
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