lunes, 16 de septiembre de 2013

NO OLVIDARSE DE SÍ

“Entonces me imagino que sufrí
que sufro, lo digo, lo escribo,
¡mentira! soy feliz, y no puedo pintar penas
ni bocetos de poemas de lo que no viví”.



Camina  su propio paso,
sorda en algunas ocasiones,
ciega, en otras.
Se queda sin voz
como reflexionando en los días que pasaron
en los días que ya no están.
Anhelando, deseando, transpirando,
suplicando por esa luz que no brillará,
una ventana que no se abrirá,
una certeza que jamás se dibujará.

Se sienta en la banqueta,
mira los carros pasar,
automóviles que no llevan a ningún lado
al cual ella quisiera estar.
Se consuela con el cielo perezoso
bajo una bruma de olor tóxico,
imaginando que detrás de ese grisáceo
están las alas, la plenitud, el tiempo,
ese maldito guerrero que no deja de caminar.

La paciencia se le ha caído
y ha quedado manchada en el suelo.
La decepción la invade hasta el punto tal
que ya no es posible volver atrás.
No sabe qué hacer, no sabe de dónde venir,
mucho menos conoce
si hay un pedazo de firmamento
destinado para dos, para vos.

Es tiempo de tomar el pulso
y saber cómo anda la presión delirante,
la respiración demandante,
el soplo sincero,
que la ha llevado a recorrer todo el trayecto
que la trajo hasta aquí, hasta este lugar siniestro.

Sabe que vive, sabe que quiere, sabe que es improbable
y que sólo resta no olvidarse de sí,
ni de su historia, ni de su época, ni del contexto
porque aunque el vendaval arrecie,
y la lluvia traiga días inhóspitos
y la tormenta deje un sol deslavado,
hay que seguir, cosechando experiencias,
recordando, recordando, como dice Rosario,
esa forma tan sutil de sonreír
que a ella le ha dejado un corazón cantante
y una rosa en medio del jardín.

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