lunes, 5 de octubre de 2015

CARTA DE LA ABUELA


Mi querido nieto:
Muy pronto abrirás tus ojos y podrás conocer este mundo tan maravilloso que, por medio de tu madre, descubrirás. Probablemente yo no te acompañe toda tu vida, pero ten la certeza que mi corazón renacerá en ti el día que yo me despida de esta tierra. Pero… todavía tenemos tanto por vivir.
 
En primer lugar encontrarás un hermoso cielo azul como techo; montes, valles y volcanes como tus paredes. Será tu hogar este espectacular rostro de Dios y la hierba resucitará todos los días bajo tus pies, si la sabes cuidar. Anochecerá y aun así, sea en el campo o en la ciudad, ella volverá a sonreir con los rayos del sol y el agua clara que salta de la roca. Este será tu hogar y, por más que viajes a otras latitudes, un viento del centro vendrá por ti para recordarte que tu raíz, fuerte y segura, yace bajo este clima fresco y la altura del tiempo.
Compartirás tus primeros días con las personas que te criarán, te educarán, te bromearán y te amarán pues ellas también visten la sangre que corre por tus venas y arterias, la cual se evidenciarán en ese colorete que pinta tus mejillas y muestra a los demás que estás más vivo que nunca. Te llamarán por tu nombre, ese único, que aunque se repita en otras personas, sonará diferente pronunciado en los labios de tus padres y hermanos.
 
 
Crecerás con robusto tallo, darás fruto y semilla, porque mi niño, no eres de los seres que ha venido a ser abono: serás germen que alimenta, nutre y desprende energía por todos los poros. Yo sé, mi corazón, que algunos otros, no le entenderán de esa manera, porque querrán permanecer toda tu vida a tu lado, así como yo siempre lo quise desde la primera vez que te escuché, desde la primera vez que vi esa carita chispeante. Y así como yo, ellos, te dejarán ir. Por las demás, no te preocupes, sabrás reconocer las flores más bonitas, las reinas de entre todos los jardines, las cuales te recibirán con los brazos abiertos y muy probablemente a la mayoría tendrás que despedir con lágrimas en los ojos, porque las amaste más que a ellas a ti. No te preocupes, mi amor, siempre hay una, una única, una original, que querrá darlo todo con tal de reverdecer y dar sombra a tu lado. Esa llegará tarde o temprano, pero mientras tanto, pétalos de colores acariciarán tu cara y pensarás que tu corazón se querrá escapar de tu pecho: eso, mi vida, es el flujo de vida que te extasiará a borbotones y que no querrás nunca soltar. Aprovéchalo mientras puedas, sumérgete cada que se te presente porque si hay que experimentar límites, esos serán los que te hagan sentir más humano y más de este mundo.
 
Por último, mi tierno niño, no olvides de ser agradecido:
por la vida que se te concedió,  
por el trabajo que te ofrece este mundo tan desobediente y loco que a veces nos hace pensar que estamos hechos para él, cuando él debe entender que a él lo construimos nosotros
por todo el amor que recibas de tu casa-tierra y de los lazos a tambor batiente que surgen de las entrañas de los que caminarán junto a ti trayectos de este sendero que nos tocó recorrer.
 
Mi espíritu está en ti, porque todo el amor que te tengo lo envolví perfectamente para regalo y yace en cada beso que te he dado, como tatuaje, como recordatorio de que hay al menos una persona que vivió para verte feliz.
Me despido con una de las frases más conmovedoras y de las que aún recuerda mi mente añeja. Del grande Rabindranath Tagore: Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón seguirá hablándote.
 
Con demasiado cariño,
Tu abuela.

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