Y así se fue adentrando en mis arterias,
en esos huecos del cuerpo que usted sabe, que todos tenemos...
Y así fue haciéndome sentir dueña de sus palabras,
cuando en verdad he sido una simple ladrona de su tiempo,
de su espacio, de sus palabras más dulces y obscuras,
pues es en la noche, en su noche,
donde se gestó semejante pensamiento por usted y de usted...
Y el corazón palpita más rápido cuando dice,
cuando imagino su sonrisa leyéndome,
imaginando una pronta y deliciosa respuesta
que saldrá de sus manos fuertes y fugaces...
Que le quiero, caballero,
y rabio de envidia
cuando pienso que su ciudad lo tiene acunado
entre sus lugares y no yo...
Que quisiera envolverme en sus versos
y ser por siempre y para siempre
esa espina clavada eterna que se entierre en su corazón.
:)
ResponderEliminar