Hace más de diez años...
Decían los más antiguos, (que ni tan antiguos, nomás pa no decir ruquitos), que a los niños del primer mundo, aquellos ojones azules con pómulos de leche y manos regordetas, Dios les había asignado un bello ángel de la guarda, de esos que tienen grandes alas blancas y una cara de flojera. Pero como de lo bueno poco, no había suficientes de estos ángeles para los muchos y sustanciosos niños del Tercer Mundo. Así que les asignó un diablillo de la guarda a cada uno y ¡por el amor de Satanás!, cómo se veían correr de un lado a otro a los pobres diablillos, víctimas de guerrillas de lodo y de excelentes resorterazos.
Sucede entonces, que un buen día de estos, de esos que pintan buenos, pero que te dan las más estrepitosas sorpresas, nació una pequeña, que ni tan pequeña, que se quedó sin ángel ni diablillo, ni perrito que la guardara. Dios, extrañado, fue a ver qué podía hacer, ya que su gracia divina no le había dado pa' más. Así que se le encargó a un pato - tal vez en otra vida se llamaría Lucas (porque las cigüeñas ya tenían mucho trabajo en París) - que dejara de pasada a una niña acabada de nacer en una casa pequeña, un buen veintinueve de diciembre. Ella sería responsable que intentar cuidar a la más morrita de todos los infortunios de la vida, habidos y por haber.
Debemos aclarar, para un mejor entendimiento, que el pato había ido antes de realizar su misión, a una disco, de parranda y como que muy apenas le atinó a la casa donde dejaría a la pequeña.
Y así sucedió, tan extraño y tan jalado. La pequeña bonita nació en los fríos días de diciembre para acompañar a esa otra que nacería desangelada y desdiablada (porque sí, una guardiana no puede ser más grande que su protegida, la sensatez no lo permitiría).
¡Ah¡ pero la historia no acaba ahí, mis queridos carnalitos, veintiún años después descubrimos que la bonita andaba encarrerada de un lado a otro visitando hoteles, llevando de paseo a los conocidos de su amiga como toda una buena relacionista pública, debido a que ésta última sufría de un autismo computacional y una fobia social secundaria a abuso de estudios tóxicos.
...
Hasta ahí lo que sabemos por el momento. Nadie puede negar que los cuentos quedan inconclusos, no solamente por las pocas aptitudes de la escritora, sino porque en esta historia todo ha quedado en suspenso.
Las ideas, como buenos virus que son, se expanden y hacen crecer las más intensas locuras, esas incapaces de ser entendidas por las personas cordiales, comunes y cuerdas que habitan nuestro mundo. Siempre hay más de una razón para subir a las nubes y observar a este par de incomprendidas que siguen ideando el paso siguiente, hasta que exhalen el último aliento de vida. Lo único certero es que ya pulen sus zapatos, aclaran la garganta y alistan sus alas para una anécdota más.
:D y así sucedió, tan extraño y tan jalado.
ResponderEliminarEs cuando traía de moda la palabra: "jalado" :)
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