jueves, 4 de julio de 2013

EL SOSTÉN DEL MUNDO

Son los más sacrificados:
llevan todo el peso encima y para colmo, 
quieren que se vean frescos, relucientes, lozanos,
con un espíritu jovial que ilumine cada lugar al cual van a parar.

Son los obreros del camino,
trabajan todos los días sin descanso
y ni siquiera se les recompensa adecuadamente
porque son desgastados y despellejados hasta quedarse mudos,
con hoyuelos brotando por todas las partes de su cuerpo.

Por las noches, descansan escondidos en cualquier rincón de la habitación.
Ahí en la oscuridad, se lamen sus heridas y sueñan con un mejor porvenir,
uno que les traiga una vida, pero vida en abundancia.
Sin embargo, antes de que amanezca, ya su dueño los malmodea 
y los arrastra por el piso para cumplir con una jornada más.
Inclusive se les exige poner buena cara,
independientemente del caluroso, tormentoso o ventoso día que haga.

Mi madre me habló de ellos y me dijo que había que cuidarlos,
no desprenderse cuando fueran ancianos,
sino más bien acariciarlos, bolearlos y consentirlos lo más posible.
Porque hay otros que sueñan con ellos.
Porque no hay condición más digna y más humilde que ser un zapato.
Y cuando la veo a ella, antes de salir, con qué dedicación los limpia,
ellos se ponen derechitos, sonríen y agradecen en cada pisada
aquello que muchos olvidan y no saben valorar:
ser zapato es ser sostén del mundo.



1 comentario:

  1. Es verdad, los tengo tan arrumbados.. habrá que cuidarlos màs! :D

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