domingo, 5 de mayo de 2013

SON ELLOS DOS


Son ellos dos,
van caminando como si el tiempo no existiera
y estuvieran sumidos en un hermoso presente,
lejos de la melancolía del pasado y del angustia del futuro.
Sólo ellos y las estrellas como testigos…

Él la toma de la mano,  esa pequeñita mano,
que esperanzadoramente sujeta con fuerza,
y con muchísimo cariño,
como esperando que jamás se desprenda,
como recordando esa primera vez.

Siempre anheló tener una hija,
una extraordinaria luz que lo acompañara en los caminos más difíciles del mundo.
Y fue bendecido con flores, risas y una pequeñita Cecy que contempló maravillada
esta tierra que la vio nacer.

Y pasaron los días, y los meses, y tantos años en los que
padre e hija entrelazaron historias, sueños, desacuerdos;
pero también mañanas de domingo serenas, dentro de esa familia,
en la que no caben muchas familias.
Ella sabiéndose protegida, él sabiéndose protector del más grande tesoro.

Hasta que Cecy  creció y creció, y decidió por su propia familia
y se vio acompañada de todos ellos que la quieren
y siempre le han deseado lo mejor.
Y ahí estuvo él, en pie, firme, con el corazón en la mano
y haciéndose fuerte para ella,
para seguir estando en los momentos felices y en los momentos desagradables,
como cuando se comienza una nueva historia,
en la que responsabilidad propia se hace presente
y hay que ver por los que nos siguen, los que nos hacen trascender,
con ese brillo en sus ojos: los hijos.

Hasta que un día él ya no pudo estar más,
el cielo le reclamó esa llamita de vida que había dentro de su corazón,
para dejar paso al descanso, al silencio y a la eternidad.
Y muy probablemente se fue soñando en estar más tiempo con su hija,
aunque las ganas sólo se le quedaron dentro de su pecho,
y en ese último aliento dejó todo el amor para ellos, para ella,
su pequeña.

Entonces, Cecy se dio cuenta que la partida no podía dar marcha atrás,
que su padre, el amor de su vida, ahora la cuidaría bajo un manto celestial
y que todo el dolor y la pena desbordados le acompañarían por un tiempo,
Sólo por un tiempo, mientras pueda acomodar en ese jarrito, que es su corazón,
toda la inmensidad de recuerdos,
que la han hecho, lo que es,
agua viva para regar este mundo con esa alegría,
que sólo ella sabe dar. 

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