Se escapan de las manos
se tornan resbaladizas, juguetonas,
no se les puede atar pues agonizan al sentir cerca a la realidad.
Se acurrucan en el oído
y hacen imaginar las más grandes hazañas,
las más tiernas historias.
Son escapistas de vocación por eso no se les puede domar
saben endulzar el discurso más sobrio
y llenan con su candor el aire de frescura.
Aún así llegan a ser espejismos
que atraen y con su mirada hipnotizan a quien las piensa,
a quien las escucha y a quien las lee.
Una no puede corroborar su existencia
no se les puede tocar o ver u oler
pues son incapaces de comprometerse
de aceptarse como una realidad posible.
Les encanta el presente y dejan para mañana la seriedad de quien
promete.
Nunca aterrizan y se pierden en el cielo
como no queriendo volver a la
fuente.
Yo las amo, no las quiero dejar ir.
Le ponen color a mis pensamientos y fortaleza a mis emociones,
y a pesar de ser inmateriales, me abrazo a ellas con tanta fuerza
que llego a confundir mis brazos con sus alas.