lunes, 22 de abril de 2013

TRES


Dicen que no hay mejor trío que el que se deja ver, 
ese que suena en la madrugada junto al balcón, 
el que libera las más intensas pasiones
y las más feroces tragedias.

Sólo tres bastan para desatar el caos,
tres para reír,
tres para llorar,
el uno diciéndole al otro 
y aquél interrumpiendo,
propiciando el desequilibrio 
y desbaratando la escena, la pareja perfecta.

Tres son los involucrados en una rencilla:
el afectado, el perturbador y el que sale en defensa del amigo.
Al tercer día de octubre, surge esa especie 
que se encuentra ya en peligro de extinción.

El tercer disparo fue certero para dar en el blanco
y la tercer caída sin límite de tiempo.
Tres las alegrías que inundan el alma
y tres las tristezas que desarman al corazón.

En Trinidad, el solo Dios, decidió dividirse,
pues no le fue suficiente
expresarse terrenamente a los hombres
y aún así, ni caso le hicieron.

Maldito tres, bendito tres:
no hay balance que soporte un número
tan primo y tan desigual, 
tan injusto y tan criticado,
tan odiado y tan venerado.

Hoy no me dan ni tres palabras
para ganar esta partida,
pues mi póquer de quinas,
me lo tumba una tercia de ases.


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