Con el cielo congestionado y el frío que paraliza los pensamientos. Dibujo de nuevo unas pocas letras. No son letras insaboras, incapaces de anidarse en paja muerta; son palabras que nacieron a mitad de la tarde cuando todavía llovía y parecía que todo se inundaría.
Las calles desnudas habían pensado en no dejar pasar a ningún transeúnte solitario. Había sido suficiente la noche anterior, en que habían merodeado demasiadas almas sin compañía, que habían ennegrecido las avenidas y los parques.
El dolor había sido bastante para arrancar hasta la sonrisa de los más pequeños.
Esta vez no había silencio que cupiera en este espacio, el mismo que ahora ocupas y que reconfortas con tu voz.
Es curioso que los faroles comenzaran a chispear y tornarse morados cuando toda la energía se había ido de aquí, huyendo de la oscuridad que contagia y no deja respirar.
Y por fin surgió la primera llama serena, esa que sabe alumbrar hacia el camino más alejado pero más riesgoso, esa que acompaña y que nos deja ver las piedras del camino, la que camina firme, la que cae para volverse a levantar, la que has encendido tú.
"Pero no es mas que un sueño azul que desvela mis horas. No estás aquí, no hay mar, no hay sol. La luna entera se asoma, para mirar el sitio lleno de estrellas que acudirán a dar su brillo, si llegas..."
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