No hay dolor
no hay nada
ni en el viento, ni en la tierra
inclusive hay nada
en el mismísimo cielo.
Todo se apagó
una tarde de septiembre,
la luz se extinguió
en una silla,
que ahora está vacía.
La ilusión y la esperanza
están ahora sepultadas,
comienzan a oxidarse
sin saber qué días antes
pecaron de inocentes,
o no se dieran cuenta
o no quisieron escuchar.
Y regreso por el mismo camino
sombrío e inhóspito,
aquel que envuelve mis pasos,
aquieta mi mente,
paraliza el corazón.
Se infarta toda la fuerza
y no hay más brillo para mirar.
Ha caído la noche
y con ella tu encanto
y conmigo, de vuelta,
joven y lozana,
regresa la soledad.
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